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¡Resucitado, abre nuestros corazones para que percibamos tu amor!

por Elia Cárdenas, D.Min, Director asociado


Sketch by Claudia Cárdenas

Mientras celebramos la Pascua, escuchamos historias extraordinarias de la resurrección, comenzando asombrosamente con María de Magdala, una mujer apóstol sin miedo que fue al sepulcro al día siguiente sin pensar siquiera en cómo movería la piedra, y al hacerlo se convierte en la primera testigo de la resurrección. Las historias son inspiradoras, llenas de fe y nos muestran cómo sus corazones estallan en chispas de amor.


Otro acontecimiento histórico ocurrió mientras vivíamos la alegría de la Pascua: nuestro querido Papa Francisco regresa a la casa del Padre. Aunque muchos tratarán de recordarnos su pontificado y su legado teológico y filosófico, yo quiero agradecer su vida y su heredad a la iglesia, la cual con él tuvo una voz creíble en todo el mundo. Sus palabras serán un legado para las generaciones venideras y seguirán inspirando a muchas personas. Agradezco su cercanía a los marginados, su opción preferencial por los pobres, su apoyo a los afectados por las catástrofes de nuestra casa común, su apertura para designar por primera vez a una mujer al frente del dicasterio para la vida consagrada y a varias mujeres en subsecretarias, tanto religiosas como laicas, además sus sabias palabras sobre la comunidad LGTBQ: «Quién soy yo para juzgar».


Hoy, mientras oímos cómo algunos mencionan que se le reconozca como el Papa de la misericordia, me gustaría compartir con ustedes una sección del libro “uerido Papa Francisco”de Loyola Press, en la que responde a una pregunta de Iván, un niño de China con 13 años, en la que podemos percibir el corazón misericordioso del papa Francisco:


Su Santidad:

Mi abuelito, que no es católico, pero tampoco esta dispuesto a hacer el mal, ¿ira al cielo cuando muera? Quiero decir, si una persona nunca hace penitencia, ¿Qué grande tiene que ser el pecado que cometa para que descienda al infiero?


Querido Iván:

Jesús nos ama muchísimo y quiere que todos vallamos al cielo. La voluntad de Dios es que todos nos salvemos. Jesús nos acompaña hasta el último momento de nuestra vida para que podemos estar siempre con él. Las apariencias pueden engañar, claro. Por ejemplo, hay quien imagina que, si uno NO sigue todas las reglas de la Iglesia al pie de la letra, irá con certeza al infierno. Pero en cambio, Jesús está junto a nosotros hasta el último momento de nuestra vida para salvarnos.


Una vez, una señora acudió a un sacerdote santo que se llamaba Juan María Vianney, párroco de Ars en Francia. Se puso a llorar porque su marido se había suicidado tirándose de un puente. Estaba desesperada porque imaginaba que su marido seguramente estaba en el infierno. Y, sin embargo, el padre Juan María, que era un santo, le dijo: mira entre el puente y el rio está la misericordia de Dios.  


Mientras lamentamos por nuestro querido Papa Francisco, pidamos que el Espíritu inspire a los cardenales y nos conceda un Pastor con un gran corazón.

 
 
 

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