Un ensayo de Linda Buck, CSJ, extraído del próximo libro Líderes de Esperanza.
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Escribo esto tras los devastadores incendios de Los Ángeles, en Estados Unidos. Vivo a unos 16 kilómetros de uno de los mayores incendios que convirtieron en cenizas la ciudad de Palisades del Pacifico. Este fue sólo uno de los varios incendios que durante enero del 2025 crearon la peor tormenta de fuego que jamás hayamos visto en esta zona, destruyendo más de 15.000 estructuras y causando más de 25 muertes. Quienes huían de las llamas las llamaban “vientos del demonio”, haciendo referencia a los vientos de Santa Ana, tan comunes en el sur de California, que alimentaron la destrucción.
El efecto adormecedor del desastre todavía sigue en el aire, con una avalancha de cuidados y recursos. Sin embargo, nadie puede quitarnos el proceso de duelo, desorientación, rabia y reconstrucción. Hay una tensión implícita en este viaje cuando reivindicamos términos como “LA Fuerte” y “reconstruiremos mejor” Tal vez no sean más que afirmaciones débiles para reforzar el espíritu y demostrar que somos resilientes.
La tensión de esta realidad devastadora e irreal me recuerda lo que estoy experimentando hoy en la vida religiosa. Mientras reflexiono sobre el liderazgo transformacional y la transformación de los sistemas que se están produciendo, me acuerdo de la naturaleza del fuego y de cómo destruye, pero también crea. Comparto algunas de mis reflexiones.
Destrucción
No cabe duda de que el fuego causa destrucción. Suele ser una sorpresa, ya que no solemos planear que un incendio arrase los lugares que llamamos hogar y las cosas con las que estamos más familiarizados. Como californiana de nacimiento, planificamos para los incendios (y los terremotos). Tenemos una «bolsa de viaje» con documentos importantes que podemos coger rápidamente. Nuestras vidas son un presagio constante de posibles crisis. Sin embargo, nada puede prepararnos realmente para cuando ocurra un desastre. Del mismo modo, a pesar de todos los intentos por estar preparadas, tampoco estamos preparadas para los cambios que se están produciendo en la vida religiosa actual. Esto se debe a que los cambios que se están produciendo no consisten en tomar decisiones, cambiar ministerios y vender propiedades, aunque esto sea una realidad para muchas congregaciones en todas las partes del mundo. Son decisiones difíciles, desgarradoras, de pérdida y cambio.
El cambio que está experimentando la vida religiosa va más allá porque se trata de un cambio en nuestros propios sistemas y forma de ser. Como han indicado el Papa Francisco y otros, estamos en un cambio de época (1). Esto se menciona en la Introducción de este libro. La institución misma de la vida religiosa está cambiando y mantendrá ecos de lo que fue, llevando adelante algo que nadie puede ver todavía. Es como una isla envuelta en la niebla. Sabemos que está ahí; podemos vislumbrarla, pero es difícil de alcanzar.
Incluso con esta destrucción, mantengo una gran esperanza. Esto es una valentía radical. Como indica Paulo Freire, estamos en una fase de transición que exige un tiempo de anuncio y un tiempo de decisión.
Este choque entre un ayer que pierde relevancia pero que
todavía está tratando de sobrevivir, y un mañana que gana
protagonismo, caracteriza la fase de transición como
tiempo de anuncio y tiempo de decisión. (2)
Los modelos actuales no están permitiendo esta amplia libertad de anuncio y de toma de decisión. A menudo digo que, para la generación joven de religiosas, el futuro está siendo creando para nosotras.
Estamos en un sistema que «está perdiendo relevancia, pero sigue buscando sobrevivir». No es la vida religiosa la que está perdiendo relevancia. La esencia, los ideales y la llamada de la vida religiosa son más necesarios que nunca en estos tiempos. Más bien son las estructuras creadas para ser vida religiosa las que están perdiendo relevancia.
No tengo las respuestas. Lo que veo ahora mismo es una agonía de nuestras estructuras actuales. Incluso el ministerio más robusto o la congregación más grande serán llamadas a enfrentarse a una realidad para navegar de una manera nueva. Nadie se salvará de esta experiencia. El fuego es destructivo. El armazón de las casas se convertirá en brasas y se derrumbará.
Walter Brueggemann, en La Imaginación Profética, escribe sobre el fin de la cultura dominante. Es una advertencia, a la vez que una invitación a su inevitabilidad. Debemos recordar que la vida de Jesús es testimonio de un cambio de época.
Jesús es recordado y presentado por la Iglesia primitiva
como la encarnación fiel de una conciencia alternativa.
En su compasión, encarna la angustia de los rechazados
por la cultura dominante y, como angustia encarnada,
tiene la autoridad para mostrar el fin mortal de la
cultura dominante. (3)
Conteniendo el Fuego
¿Qué tipo de liderazgo se necesita mientras navegamos por esta destrucción y nos adentramos en los vislumbres de un futuro desconocido? Necesitamos líderes que posean una valentía radical y que puedan crear espacios de comunión, encuentro, silencio, participación e inclusión. El Papa Francisco nos ha dicho que debemos seguir ensanchando nuestras tiendas, en referencia a Isaías 54:2. El Documento de Trabajo para la Etapa Continental del Sínodo afirma que la «tienda es un espacio de comunión, un lugar de participación y un fundamento para la misión» (4). Hace falta una valentía radical para ensanchar nuestras tiendas. Me pregunto si la estructura de la tienda de la vida religiosa está demasiado apretada, las cuerdas demasiado cortas y, por tanto, la tienda que necesita ensancharse no puede hacerlo.
En la vida real, como en los incendios de Los Ángeles, experimentamos el alivio cuando el fuego empieza a contenerse, y cuando está totalmente contenido. Esto significa que la destrucción terminará. Sin embargo, para el camino de la vida religiosa en desarrollo, creo que la contención y el control que muchas de mi generación están presenciando sólo obstaculizarán el futuro. Hay que permitir la destrucción, o, mejor dicho, la deconstrucción. Es un fuego que queremos ver desatado.
¿Me atrevo a decir que pareciera que estamos poniendo lo que creemos que es vino nuevo en odres viejos?
Tampoco se pone vino en odres viejos, porque hará reventar
los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no
servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos! (Lucas 5: 37-38)
Estamos en un tiempo nuevo y, sin embargo, muchas de nuestras estructuras, instituciones y mentalidades exigen que sigamos manteniéndolas, lo que promueve el statu quo. Tenemos que desprendernos de los mitos y de la historia que nos tienen secuestradas. Éstos se convierten en el relato y la historia en vez de ser una parte de la historia total.
En mi trabajo de formación y facilitación del liderazgo, tengo el privilegio de caminar con líderes de todo tipo, incluidas las lideres electas. Hay un tema que surge repetidamente de las líderes: no podemos poner vino viejo en odres nuevos, aunque parece que esto sigue siendo una realidad. Por ejemplo, los miembros de un equipo, o de toda la congregación, o del ministerio, hablan de que hay un deseo de trabajar en colaboración, de crear espacio para diferentes enfoques e ideas, y de fomentar una forma de ser circular en lugar de jerárquica. Sin embargo, mi experiencia es que esto no sucede. Una hermana “más joven” acepta ser líder debido a estos compromisos y, sin embargo, la realidad no se parece en nada a lo acordado. Parece que el sistema sigue siendo similar a lo que era, aunque se utilicen las mismas palabras (por ejemplo, “estamos trabajando en colaboración”). Conozco a muchas hermanas “más jóvenes” que sufren agotamiento, enfermedades graves o disciernen el abandonar porque el sistema dominante que protege el statu quo no creara espacios para algo nuevo. Parece que el vino viejo se está poniendo en odres viejos y el vino nuevo se está desperdiciando.
Fuego con Propósito
Walter Burghardt, SJ se refiere a la idea de echar una larga y amorosa mirada a lo real (5). Este movimiento contemplativo es un reto y una llamada para cada generación, como afirma claramente el erudito y activista nigeriano Chinua Achebe.
Cada generación debe reconocer y abrazar la tarea designada
por la historia y la providencia para llevarse a cabo. (6)
Hoy tenemos seis generaciones dentro de la vida religiosa (7). Cada generación tiene su propia tarea de desarrollo. En la vida religiosa, parece que las generaciones se agrupan, difuminando esta realidad. Como se menciona en la Introducción, cuatro de estas generaciones son etiquetadas como las hermanas “más jóvenes” o “más nuevas”. Esto elimina la capacidad de reivindicar las tareas de desarrollo que cada generación necesita llevar a cabo para seguir haciendo avanzar el sistema.
En mis primeros años de vida religiosa, recuerdo haber tenido una conversación con alguien de mi congregación sobre el ministerio. Recuerdo que le hice la pregunta: “¿Qué hacías para el ministerio cuando tenías 40 años?”. Ella respondió que había sido directora de una escuela, en el equipo de liderazgo, etc. Sonreí y me di cuenta de la responsabilidad y el liderazgo que tenía a esa “joven” edad. Me entendió. Esto no es más que un ejemplo de lo que oigo decir a mis compañeras, y a la generación anterior a la nuestra, que no fueron tenidas en cuenta para puestos de liderazgo por la generación precedente de hermanas. Seguimos repitiendo el patrón. Ahora, mi temor es que mi generación, la Generación X, haga lo mismo con las que son realmente la generación “más joven” (Generación Y y Z). ¿Cómo estamos liderando de forma diferente?
El cambio es difícil. Es un reto echar esa larga y cariñosa mirada a la realidad de nuestras vidas, a la fragilidad de la salud que envejece, a los cambios que se han producido en la vida religiosa y que no cesan. Sin embargo, en este cambio de época, no se trata del cambio personal (aunque sea muy personal), sino del cambio de los sistemas. Nos estamos transformando, no cambiando.
La transformación es un fuego con propósito, un fuego que sigue ardiendo para permitir que broten las nuevas semillas de la vida, como las plantas pirofíticas que necesitan fuego para activar las semillas. Es importante señalar que toda transformación implica cambio; sin embargo, no todo cambio es transformacional. Piensa en una hoguera con su montón de leña. Puedo cambiar el tipo de leña y la configuración de los troncos para garantizar el mejor fuego posible. Mis acciones darán como resultado llamas mejores o peores. Esta es mi capacidad para cambiar el fuego. Por otro lado, piensa en un tronco ardiendo, con sus brasas resplandecientes. El fuego está transformando la madera, de modo que nada de lo que yo haga la devolverá a su estructura original. Creo que esto es lo que el Espíritu intenta hacer con la vida religiosa. Mi observación y mi mayor temor es que simplemente estemos reconfigurando los troncos y diciendo que esto es transformación.
Re-Nacimiento
A menudo me pregunto si estamos tan atrapadas en nuestras instituciones que nos perdemos la nueva vida que emerge. Esta nueva vida es como el ave fénix que resurge de sus cenizas. El ave fénix es un símbolo de resurrección, procedente de la mitología griega y egipcia. El liderazgo de la vida religiosa debe reivindicar una valentía radical, dejando espacio y apoyo para que surja una nueva vida, que se manifieste en ideas y acciones de base. Es entonces cuando las religiosas damos lo mejor de nosotras mismas, porque respondemos al impulso creativo del Espíritu.
¿Cómo reivindicar esta valentía radical? No es fácil y conlleva un riesgo considerable. La valentía radical surge del lugar más vulnerable del corazón de una líder. Crece y retrocede, solo para volver a crecer hasta que se orienta y sabe que ya no puede permanecer oculta. Se mueve desde los lugares más suaves para llevar la fuerza de la voz que genera con honestidad una verdad que puede o no ser escuchada.
La valentía radical es una chispa que enciende el cambio - una voz profética que perfora el status quo. Los actos radicales de valentía de los que soy testigo son las voces que a menudo no se atreven a hablar, incluida la mía, pero que se arman de valor para reivindicar una narrativa alternativa que se ve ahogada por la narrativa dominante que ocupa demasiado espacio.
A la edad de 55 años, ya estoy intentando conscientemente ser una líder generativa para aquellas con las que camino actualmente y para las que me seguirán. No quiero aferrarme a un puesto porque nadie más pueda hacerlo o porque el puesto no sea atractivo para la generación más joven. El ministerio, el liderazgo y las organizaciones necesitan seguir generando vida y relevancia. De lo contrario, quedarán obsoletas. Puede que tarden mucho en morir, pero eventualmente acabarán muriendo.
Como religiosas, tenemos que abrazar la idea de la generatividad y crear espacio para la nueva vida que siempre busca el sol. Las palabras de Adrienne Maree Brown son una brújula para las personas, organizaciones y sistemas.
Si no soy reemplazable, entonces no he hecho bien
mi trabajo. Si otras personas no pueden venir y hacer
el trabajo, entonces no he aprendido a enseñar,
a ofrecer y a entregarme. (8)
La valentía radical consiste en arriesgar la esperanza. El futuro es inter-congregacional, trans-carismático y global. Se están creando las estructuras que permitirán que este futuro se desarrolle, aunque son nacientes y frágiles. Arriesgamos la esperanza perseverando. Las redes mundiales creadas por la generación “más joven” de religiosas están liderando con valentía radical. Están adoptando una mentalidad y unos comportamientos diferentes, que van más allá de los límites de las congregaciones o incluso de los silos carismáticos. Arriesgar la esperanza es ver las cosas de otra manera y con nuevas mentalidades. Esta generación actual de hermanas “más nuevas” es el presente y el futuro. Se necesita una valentía radical para reivindicar esta narrativa.
Preguntas para reflexionar
¿Cuál es la llamada al liderazgo hoy en día mientras navegamos entre la muerte del sistema dominante (la vida religiosa actual y los sistemas que la apoyan) y el surgimiento de una nueva forma?
Cuando reflexionas sobre la generación de la que formas parte, ¿cuál es la tarea de tu generación? ¿Qué tarea “debe [tu generación] reconocer y abrazar [como] está diseñada por la historia y por la providencia para realizar”?
¿Cómo podemos asumir una valentía radical como líderes y reclamar una nueva narrativa para la vida religiosa?
Referencia
Papa Francisco (3 de octubre de 2018). Apertura del Sínodo dedicado a los jóvenes. https://www.vatican.va/content/francesco/en/speech- es/2018/october/documents/papa-francesco_20181003_apertu- ra-sinodo.html
Freire, Paulo (2000). Pedagogía del Oprimido. Edición 30 aniversario. Continuum.
Brueggemann, Walter (2018). La imaginación profética. Edición del 40 aniversario. Fortress Press.
Documento de trabajo para la etapa continental del Sínodo (27 de octubre de 2022) https://www.synod.va/en/highlights/working-docu- ment-for-the-continental-stage.html
Burghardt, Walter (invierno de 1989). Contemplation: Una larga y amorosa mirada a lo real. Iglesia, nº 5: 14 - 17.
Dudo en utilizar esta cita de Chinua Achebe, activista, escritor y profesor nigeriano, porque se refiere a la difícil situación de la guerra entre Nigeria y Biafra, marcada por la influencia occidental y las historias colonizadas. Sin embargo, en esta breve cita, ofrece una sabiduría que es importante para nosotros hoy, especialmente en la vida religiosa. Así pues, doy las gracias a Achebe, haciendo honor a su intención original, y continúo esta exploración con gratitud. De There Was a Country: A Memoir (2012).
Actualmente tenemos seis generaciones presentes en la vida religiosa. Estas incluyen la Generación Z (1997 - 2009), la Generación Y o Millennials (1981 - 1996), la Generación X (1965 - 1980), los Baby Boomers (1946 - 1964), la Generación Silenciosa (1928 - 1945), y aunque pocos, la Gran Generación (1901 - 1927).
adrienne maree brown sobre la creación del futuro. Entrevista con Alice Grandoit. Sin fecha. https://www.deemjournal.com/stories/amb
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